11.20.2005

Belleza. Capitulo III

Paisajes estúpidamente anaranjados de atarcederes marinos donde él apretaba fuertemente tu mano para decirte "es bonito,¿verdad?", "¿no es impresionante?" o peor aún "¿te das cuenta de lo pequeños que somos?".
Después de eso ¿que podías hacer?, asumir que tú también le gustabas, por tu belleza fácil, por tu cara proporcionada, por tu cuerpo ordenado.
O llevarle a ver lo que tú querias ser. Sentarle delante de todo ese hierro, de todo ese acero, de esos absurdos materiales de construcción en medio del parque. Apretarle fuertemente la mano y esperar a que dijese algo. Algo que lo estropease todo.
O mutilarte. O engordar horriblemente y arriesgar tu salud sólo para no gustarle a ese hombre. O cortarte el pelo. O dejartelo terriblemente largo y no lavarlo jamás.

Era ridículo, sí. Pero cualquier cosa sería mejor que estar con los paisajes estúpidamente anaranjados, con los abrazos, con un oso polar dormido sobre la nieve. Cualquier cosa sería mejor que ser lo que siempre esperaron que fueras.

11.07.2005

Belleza. Capítulo II

Escarlata se frotó los ojos una vez más. Primero con los puños cerrados, como los niños cuando tienen sueño. Después con cada uno de sus dedos, sintiendo el globo ocular hundirse y deformarse bajo la presión.
Buscaba la distorsión de la imagen, de todo lo que la rodeaba. Al recuperar la vista las formas continuaban igual, pero con manchas de colores delante que se movían cuando ella se movía, que parecían perseguirla a cualquier lugar.
Llegaron también al espejo y Escarlata no supo si era aquello lo que quería. Veía lo mismo de siempre pero con las manchas por encima. ¿Cómo llegar a lo que deseaba ver? ¿Qué tendría que hacerle a sus ojos?
Pensó que quizá fuese mejor ser ciega.
E imaginaría una imperfección perfecta, sonrió Escarlata, la mía y la de mis paisajes.