10.25.2008

Compraría siempre el doble

Nueces que el doctor nos prohibió hace ya unos años y que de alguna forma nos unieron para siempre. "¿Cómo vivir sin nueces?" -me pregunté al salir del hospital. Me senté en la parada del autobús y entonces saliste tú con la misma mirada compungida. "Nueces también, ¿verdad?", te pregunté.

Tantos años confiando en ellas. Las nueces son buenas para el corazón e incluso para la inteligencia. Unas cuantas nueces a la semana y todo iría mejor. Y sin embargo las erupciones cutáneas continuaron hasta que un día no pudimos respirar y acabamos un mes ingresados. Estábamos en habitaciones contiguas, pero no supimos que nuestro problema era el mismo hasta que nos dejaron salir. Éramos alérgicos a las nueces y no había mucho que hacer.

Aquel día en la parada del autobús decidimos superar nuestra adicción juntos. Ninguno de los dos quería morir, y sabíamos que era posible, unas nueces más y acabaríamos como aquellos casos suecos que el doctor nos hizo conocer enseñándonos informes médicos y certificados de defunción. “Esto es serio, ¿sabes?”.

Ahora te veo sentado en la cama temblando de fiebre y no sé qué hacer. Son los mismos síntomas, pero me juras que no has tomado ni una sola nuez desde entonces. Llamo a la ambulancia y te examinan una y otra y otra vez. “¿No ha tomado nueces?”, pregunta el doctor extrañado.

Tres semanas después, el doctor me coge de la mano y me lo explica todo. "Es posible, es posible que no fuesen las nueces. Le haremos pruebas a usted también, posiblemente pueda volver a tomarlas".

Para ti ya es tarde, pero todos los días compro dos raciones de nueces en tu honor. Si supiera lo que te mató, también compraría el doble.