11.13.2015

Demasiado hermosas

Vez hubo que no pudo abrir los ojos. Tenía tanto sueño, deseaba tanto su cama. Salir le parecía una locura, una proeza demasiado arriesgada.

Y qué más da que haga sol ahí afuera, qué importa si las calles ya se han llenado de gente. Parece tan difícil, hace tanto tiempo que no escribo.

El despertador volvió a sonar. No era un “ring, ring”, era una melodía electrónica que a esas alturas de su vida detestaba lastimosamente. Tomó una determinación. Estiró un brazo, desactivó ese sonido infernal, se levantó dando un respingo y ocupó su escritorio.

Inspiró.

Encendió el ordenador.

Abrió un nuevo documento.

El cursor parpadeaba.

El cursor seguía parpadeando.

El cursor no dejaba de parpadear. Y añoraba tanto su cama.

Pero entonces sí, ahí estaban, una a una fueron llegando. Las echaba tanto de menos. Unió unas cuantas, las hizo pasear de ganchete por la superficie vacía. Con determinación, decidió eliminar una línea entera. Añadió unas cuantas más. Jugó al escondite con ellas. Las confundió, las transformó, las reveló. Ahí estaban, brotando como lágrimas, anunciando nuevos tiempos.

No volveré a abandonaros, se decía. No os dejaré marchar de nuevo, como hormiguitas dejando tras de sí un lienzo en blanco. Eran hermosas, demasiado hermosas para dejarse llevar por el cansancio y la indolencia.