Despreciarlas es lo más sencillo. Renunciar a la palabra y torcer el gesto con la boca ladeada y los ojos entornados. Deshacer los pasos con firmeza, mostrar la espalda recta y el cuello estirado como una gallina como única despedida. Teatralizar la desdicha con una expresión de disgusto apenas contenida y sonreír, con malicia, a cada paso.
Mientras, ellas abren las mandíbulas, enjuagan los lacrimales, aprietan los puños y se van acercando hasta formar una piña. Un compacto de desdichada humanidad, húmeda de tristezas.
Es tan fácil el desprecio, tan estudiado en películas y novelas; tan aprendido en patios de colegio, en plazoletas y en la cola del súper; tan extendido desde la cuna a la tumba, desde la primera vez que apartamos el plato de lentejas hasta la última vez que con desdén examinamos la vestimenta de nuestra vecina.
¡Y qué bien nos hace sentir! Superiores, casi como pequeños dioses capaces de imponer qué es el bien y qué constituye el mal. Actores y actrices de un drama del que somos los protagonistas que triunfalmente salen de escena escoltados por un sonoro portazo.
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4 comentarios:
Pero claro, despreciar es lo fácil, ese arte que todo el mundo domina.
Nosotras jugamos en una liga diferente ;)
Es dificil alabar en un texto sobre despreciar... así que solo me queda despreciarme a mi mismo por interrumpir tan largo tiempo mis queridas lecturas de vuestro fraggle rock ;P
Bah... despreciar es fácil, pero despreciar con arte no.
Es como comer, o besar o pegar, todo el mundo puede hacerlo, pero no todo el mundo lo hace igual de bien.
totalmente de acuerdo con milko (y sorprendida por la lista de cosas que todo el mundo puede hacer: "comer, besar o pegar". ¿Qué dice esto de tu subconsciente?)
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