1.25.2010

Presentación, nudo, desenlace

Útero en desmesura. La sangre endometrial está a punto de llegarme al pecho, causándome convulsiones. Histérica, estoy histérica. El chamán, experto en estas lides, me acerca un sahumerio al área genital, tratando de aplacar al monstruo que vive dentro. El humo me relaja, me voy quedando dormida. Ha sido un completo éxito.
(Escena 1)

Me han pintado de rojo. No puedo acercarme a mi familia. Encerrada en esta choza, paso el día echada junto a otras tres mujeres menstruantes. Nos alimentan a través de un tubo hecho con hueso de águila. Nadie nos ve, nadie nos toca. El poblado está a salvo.
(Escena 2)

Me pides que no sea histérica, que deje de gritar, porque me estoy poniendo en evidencia. Me preguntas si tengo la regla. Crees que no hay quien me soporte. Puedo lavarme la cabeza, freír huevos y hasta follar, pero no desvincular mi humor del ciclo lunar.
(Escena 3)

1.03.2010

Un mismo útero

Seguro que a ti te habrían dejado. Habrías llenado tus ojos enormes de lágrimas contenidas para mostrar que podrías llorar, pero que eres lo suficientemente mayor como para no hacerlo. Mamá y papá te habrían mirado conmovidos y habrían cedido. Los habría oído susurrar después al otro lado de la pared lo maduro que eres para tu tierna edad, cómo te habías aguantado para no montar el numerito.

Yo no juego a eso porque no sé. Si mis ojos se cubren de lágrimas, esas lágrimas salen disparadas sin poder parar. Y respiro de forma agitada y mi pulso se acelera y noto que estoy tan rojo y tan feo y quiero parar pero no puedo. Por eso nunca consigo nada. Por eso no puedo ir a ese maldito cumpleaños cuyo permiso habrías conseguido tú sin pestañear.

Iríamos juntos, pero no funciona así. Te mueres por ir, lo sé porque leí que se lo contabas a tu amiga en un email. Tengo tu contraseña, aunque tú ni lo sospeches. Sé que te encantaría ir, pero tendrías que ir conmigo y eso no lo soportarías. Le dices en broma otra vez eso de que ya estuvimos nueve meses metidos en un mismo útero, que ha sido suficiente. Ella se reirá al leerlo. Todos lo hacen.

Ahora estamos los dos mirando por la ventana. Tú piensas en todo lo que contarán en el colegio mañana. Yo pienso en que, al menos, ella no está contigo. Y deseo con todas mis fuerzas que conozca a algún otro niño y mañana ya no te dirija la palabra. Tu corazón se partiría en mil pedazos y yo me reiría aunque mi corazón estuviese en el mismo estado. Sentirías por fin lo que yo siento. Seríamos más gemelos, ahogados otra vez en un mismo útero.