7.17.2009

De héroes y mártires

"¡Mano!"

Elías se deja caer y rueda por el suelo agarrándose la pierna derecha con fuerza. El árbitro para el juego mientras todos los jugadores del equipo contrario lo rodean reclamándole una falta.

Elías se encoge y se concentra en su cara de dolor. Ya es un profesional en fingir que lo que le duele es la pierna y no su orgullo o la mano, que debe de tener al menos un dedo roto tras haber desviado el balón en el último momento. Habría sido gol y eso sí que no. No se puede dejar ganar por un equipo tan mediocre.

Escucha a sus compañeros que piden corriendo una camilla, porque lo que ha pasado, insisten, es que alguien le ha hecho una entrada de esas peligrosas al bueno de Elías (el héroe, el mártir de esa pequeña comunidad). Y los desalmados de los contrarios tienen la sangre fría de pedir mano. Como si las lágrimas de Elías no fuesen suficientes para mostrar su inocencia.

Es cierto, ahora llora sin fingir. El dolor de su dedo corazón derecho es insoportable y consigue transmitírselo a su espinilla, consigue casi desplazar los pinchazos. Desde el suelo puede imaginarse la cara del árbitro rodeado de hombretones furiosos que le increpan reclamándole justicia. ¿Dónde demonios está la camilla?

Sabe que ha ganado cuando nota cómo la luz del sol desaparece. Eso significa que está dentro del vestuario. Le muestra a su médico la mano cada vez más hinchada y este sonríe. "Una entrada dura, ¿eh?".

Sale del estadio con la mano en el bolsillo y una ligera cojera. Los aficionados le aplauden (han ganado gracias a ese no gol, han ganado gracias a él) y el árbitro le da una palmadita en la espalda. El héroe municipal sonríe tímidamente. "Qué humilde es", dice una señora.

Los jugadores del equipo contrario lo ven desde su autobús ya en marcha. "¿Le tenías que dar tan fuerte? Mira cómo cojea el pobre...". El culpable de la patada se sonroja. Juraría haber visto cómo el balón era desviado por una mano, pero a veces la imaginación y los nervios del juego nos engañan. Es un gran jugador, Elías. Cuando lo vuelva a ver le pedirá perdón. Y un autógrafo.