5.07.2009

Trenhotel

Funcionaría con la precisión de un reloj. Nada le parecía más asombroso que las manecillas haciendo tic, tac y su engranaje de ruedecillas girando al compás. Pero después, sintiendo el crujir de las vías bajo su asiento, pensó que la maquinaria de un tren le gustaba más. Con su traqueteo reconfortante, como el abrazo de una madre, cuando discurre suave por las llanuras; o el de un amante cuando se aventura, frénetico, entre montañas sinuosas.

Claro que, la maquinaria, por precisa que sea, acaba siempre por fallar. Y a esta le había llegado su hora, y los pasajeros bostezaban, hacían chistes, y se asomaban a la puerta a echar un pitillito.

Curiosamente escuchaba O Tren de Andrés Do Barro, versionada por Niño y Pistola, y pensaba que el “pasiño a pasiño” se convertiría en una letanía de horas muertas.

El risueño revisor, tratando de endulzar la desgracia con su sonrisa, hace público el último parte: “La máquina ha muerto”. Así que los pasajeros, reaccionando con desesperación, resignación o sentido del humor, según los casos, se entregan a una noche de hastío en la nada castellana.

Menos mal que delante va sentada una psicóloga argentina, especialista en psicoanálisis, molesta porque en España la gente no va a los psicólogos. Su compañero de viaje, un colombiano residente en Galicia, le pregunta sin vacilar si el psicoanálisis aún sigue vigente. Ella dice que por supuesto, y lamenta que en España la gente se haya quedado con las teorías de Freud de 1.900. “Hay vida más allá”. Despues hablan de música. Aquí también difieren ya que ella es defensora de la música comercial, que es “la que te acompaña a lo largo de tu vida”. “Es un recuerdo de mis 19, mis 20…”. Y conforme pasan las horas los viajeros comparten sus vivencias y llegan a concordar en algunas de sus impresiones, como que Barcelona es otra cosa, “es verdaderamente como estar en Europa”.

Y nuestro viajero se pone los cascos para disimular, pero en realidad le divierte mucho más escuchar las conversaciones de los demás y observar cómo el grupo de portugueses de más adelante pide al revisor que ponga la tele, y cómo las chicas de su lado se hacen fotos para documentar cada instante del viaje.

“El ser humano es sin duda la máquina más compleja; no tiene ruedecitas, ni ejes, ni engranajes, pero es extremadamente difícil entender su funcionamiento”, escribe, para un segundo después trazar una gruesa línea por encima, porque ya no está tan convencido de esta afirmación, y al mismo tiempo teme que pueda sonar demasiado tópica. Y no hay nada que odie más que la vulgaridad de los tópicos.

Está todo tan negro tras la cortinilla azul del Trenhotel, vagón turista, coche 26, sillón 3. Ventanilla.

9 comentarios:

Mrs Jones dijo...

Ay, los trenes tan llenos de historias... aunque nunca estuve en ninguno al que se le muriese la máquina.

(Y ahora, en plan dictadora RAE, te diré que faltan dos acentos en "como" y que hay un "por que" que debería ser "porque")

!!

Suco Pataruco dijo...

Nestes dias de viaxe extres, ben se bota de menos un pouco de tranquilidade, de conversación en susurro, de traqueteo de tren.

(o sábado volto en Ave)

Luneira dijo...

En realidad ya me había dado cuenta de los como, no del porque. Lo buscaré y lo cambio, no vaya a ser que me expulseis de la isla :D

Cubilete dijo...

los trenhotel son tan decadentes y fuera de época que deberíamos viajar con sombrerito y con gente que fumase con mucho estilo. (mi yo del iglo XXI agradece que este último punto no sea posible :) )

Unknown dijo...

A min dede que me quitaron o tren que case non collía non voltei a ser o mesmo, este recuncho pirenáico esta se cadra máis lonxe. Viva a modernidade do tren Ibérico.
Coru.

Milk dijo...

Hace bien nuestro intrépido viajante. Lo que más mola es espiar las estúpidas conversaciones de los demás (sobretodo si te tocan cerca quinceañeras :D).

Unknown dijo...

Por cierto, Milk y Cubilete, a qué esperáis para haceros seguidoras de Fraggelianas!!!

Luneira dijo...

Oh, perdón, no me di cuenta de que estaba abierta la sesión de mi madre.

Anónimo dijo...

Los trenes tienen ese caracter romantico de la vida que te obliga a pensar. Ese tiempo que no importa que pase y te permites entretenerte como cuentas escuchando conversaciones agenas e inventando vidas. Podria escribir un libro sobre las personas que han pasado por delante mio en un tren!! besoss seguir asi..nunca pareis