Ella con su espalda recta y sus ojos fríos. Se sentaba siempre delante y él sabía que no tenía escrúpulos. Esas cosas se notan. Cada vez que ella hacía un gesto, él sacaba su libreta y apuntaba sus impresiones. Como por ejemplo:
Día 43, 3ª hora, clase de Filosofía. Afila su lápiz y después pinta rayitas finas en su cuaderno. Cada vez presiona más la punta contra el papel. Tortura.
O
Día 58, 1ª hora, clase de Inglés. Mira fijamente el radiocassette apagado y sonríe de forma imperceptible. Mueve dos dedos sobre la mesa. Intenta hacerlo estallar.
Empezó la primera libreta el día que ella llegó al colegio, y ya había completado cuatro. A veces ella miraba hacia atrás y le sonreía. Al salir de clase siempre hablaban y ella clavaba sus ojos fríos en los de él y él temblaba de miedo. Se despedían y veía cómo se alejaba con su melena lisa y negra.
Muchos años después, ella le preguntó qué escribía siempre en aquellas libretas y él no se atrevió a contestar. Entonces ella le tocó la cara con sus dedos fríos y le preguntó por qué siempre le había tenido miedo.
Yo nunca te tuve miedo, dijo él, pero sé que no tienes escrúpulos.
Ella se rió y se fue una vez más con su melena lisa y negra, y lo dejó allí, sintiendo otra vez aquella mano fría y sin escrúpulos apretando su pecho y deshaciendo sus entrañas venita a venita.
6.25.2006
Sus escrúpulos porque no existían
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