5.08.2006

La culpa es de la ciencia

Caída tras caída te dice, mientras se coloca las gafas, que la culpa de todo la tiene la ciencia. Tú le sigues el juego y pones cara de asombro, y entonces con gesto fingido de suficiencia suspira que siempre tiene que explicártelo todo. Antes de la ciencia no había ni relatividad, ni inercia ni gravedad. Antes de la ciencia sólo había letras y todo era mucho más bonito, porque las leyes físicas eran flexibles, tan flexibles como la imaginación.

Habla y habla y habla y te describe aquel mundo pre-ciencia basado en las letras, y tú piensas que lo que cuenta no es cierto, que no tiene sentido, que todo el mundo sabe que no es así. Le llevas la contraria y le dices que antes de la ciencia tampoco había letras, y él se ríe y comenta con desprecio que eso es lo que te han enseñado los científicos, malditos historiadores que quieren que creamos que el mundo fue como ellos dicen.

Se sacude la tierra del pantalón y se mira las manos que ahora tienen algún rasguño nuevo. Antes de la ciencia no había sangre ni piel si tú no querías, si decidías que existiesen era únicamente por razones literarias. Sangrar por la nariz como metáfora, ya sabes. Pero en realidad no había cuerpos, ni plantas, ni agua. Sólo letras.

Le preguntas quién inventó la ciencia y por qué la gente le hizo caso, y él se agacha y toca la piedra que le hizo caer. Las letras crearon un día a la ciencia y la ciencia era un gran recurso literario. Pero entonces la gente se lo creyó todo y la ciencia se separó de la literatura y formó un mundo aparte en el que si saltabas desde un tejado te caías al suelo. Lo peor es que en ese mundo las letras eran de mentira, eran cuentos irreales.

La culpa es de la ciencia.

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