10.01.2005

Con las ventanas cerradas y la tele encendida

- Dijo que cuando eres joven todo vale. Que deben perdonarte por cometer errores. Ya sabes, la inexperiencia. Sin embargo cuando creces no se te pasa una por alto.
- Y no podremos equivocarnos?
- Nunca, jamás. Si lo hacemos nos comerán. Es la ley del más fuerte.

Se miró el descuartizado esmalte de las uñas y tras llevárselas a la boca comenzó a mordisquearlas. Pensó un rato y preguntó:

- Y qué más dijo?
- Dijo que todo cambiaría. Tendrás que dejar de imaginar, todo lo que hagas tendrá una consecuencia directa sobre tu vida, y nunca, nunca, te podrás salir de la raya ni colorear por fuera.
- Tendré que dejar de respirar?
- No me aclaró ese punto, pero algunos dicen que se hace difícil. Que a veces llegas a tu casa, te sientas, enciendes el televisor y entonces es como si las ventanas se cerrasen, y el corazón te palpita con fuerza. Y no respiras, lo intentas, pero no respiras. Y te ahogas. La vida te ahoga, y tú, sentado delante del televisor. Y las ventanas cerradas. Tú solo frente al televisor con las ventanas cerradas.
Se comió las uñas de nuevo, miró el reloj. Una lágrima cayó sobre la esfera, que marcaba casi las cinco y diez. Lo tiró al suelo y lo pisó con todas sus fuerzas. Hubiese hecho lo mismo si tuviese un calendario a mano, una agenda, un álbum de fotos o una bola de cristal. Cualquier cosa.

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