8.29.2009

Autobiografía

Autógrafo sobre la portada del disco, autógrafo en los rincones más ocultos de la piel (a sus ochenta años aún había bastantes fans alborotadoras ansiosas por subirse la camiseta para recibir una firma que -en eso confiaba él- se borraría a las 24 horas, bajo la ducha), y ahora, también, autógrafo sobre la página blanca de cualquier libro, sobre el renglón que no dice más que AUTOBIOGRAFÍA.

Durante años se mostró reticente ante esta idea. No quería desnudarse para nadie, y mucho menos para un público indiferenciado. Bien lo sabía, que una autobiografía no era necesariamente una confesión (aunque también sabía que las mejores sí lo eran), pero exigía un trabajo de autodefinición, organizar una estructura para lo que siempre habían sido caóticos acontecimientos, un sentido que no sabía si podría hallar siendo sincero. Las cosas como eran, no estaba dispuesto a vender ni una parcela mínima de su intimidad.

Pero la edad no pasaba en balde, y aunque hacía oídos sordos a los que insinuaban que publicar una autobiografía era dejar una vida eterna, no pudo sacar fuera de su mente los veinte millones de dólares. Él era un cantante de éxito, le sobraba el dinero, pensaban todos. Pero la realidad a veces es más compleja, y si no hacía algo para remediarlo, moriría como deben morir los artistas, empobrecido y solo. Como era una opción poco atractiva tras 60 años de lujo, decidió acceder, escribir su autobiografía. Pero eso sí, se negaba en redondo a vender una sola parcela de su intimidad, no le quedaba otra que fabular. Los pocos datos verdaderos que poblaron su libro, la fecha y el lugar de nacimiento, el nombre de sus esposas, algunas propiedades, le produjeron un dolor inimaginable, pero sabía que lo evidente ya no se podía ocultar. Desde jovencito había deseado ser un cantante famoso en el mundo entero, conocía el precio a pagar.

Por lo demás, contó con todo lujo de detalles su viaje a Nepal (donde jamás había estado), la vez que casi perdió la vida al caer borracho de un barco (era necesario un poquito de sensacionalismo), su primer disco (de Wagner, le gustaba provocar), o que la película que más le había hecho llorar había sido "Lo que el viento se llevó" (no recordaba si la había llegado a ver entera o no). Sentía que así, en cierta forma, se vengaba de aquellos que le habían dado lo que siempre había querido obtener: reconocimiento mundial. Se vengaba por todos los inconvenientes que esa fama le acarreó, por toda la normalidad que jamás pudo siquiera palpar. Sí, estaba bastante orgulloso de su novela.

Sin embargo, ahora que veía la muerte cerca, ahora que ansiaba el anonimato más que nada en el mundo (pero no se puede dar marcha atrás a los sueños hipercumplidos), ahora que daría una mano, o puede que las dos, por ser dejado solo, por no ser inquirido, por ser olvidado, ahora, empezaba a arrepentirse de su decisión. Él nunca habría muerto de todas formas, era evidente, sus canciones formaban ya parte de la cultura popular. Y sin embargo, su autobiografía había ido borrando latebrosamente sus canciones. Decían su nombre y empezaban a hablar de su viaje a Nepal o de su disco favorito. Su vida había tenido tanto éxito que había conseguido eclipsar a su arte. Y finalmente, resultaba, que lo que iba a ser eternamente no era un artista, ni un nombre, ni mucho menos un hombre, sino, y a pesar de que nadie lo sabría nunca, un farsante.