11.07.2005

Belleza. Capítulo II

Escarlata se frotó los ojos una vez más. Primero con los puños cerrados, como los niños cuando tienen sueño. Después con cada uno de sus dedos, sintiendo el globo ocular hundirse y deformarse bajo la presión.
Buscaba la distorsión de la imagen, de todo lo que la rodeaba. Al recuperar la vista las formas continuaban igual, pero con manchas de colores delante que se movían cuando ella se movía, que parecían perseguirla a cualquier lugar.
Llegaron también al espejo y Escarlata no supo si era aquello lo que quería. Veía lo mismo de siempre pero con las manchas por encima. ¿Cómo llegar a lo que deseaba ver? ¿Qué tendría que hacerle a sus ojos?
Pensó que quizá fuese mejor ser ciega.
E imaginaría una imperfección perfecta, sonrió Escarlata, la mía y la de mis paisajes.

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