12.22.2006

Preludio a una tragedia navideña

-¿Cristal por Navidad? No entiendo qué quieres hacer con eso.

Yo, mientras tanto, me mordía las uñas y sopesaba cual sería el mejor. No, el mejor no, el más efectivo. Pasaba las yemas de los dedos por el corte irregular del cristal, mientras ella me miraba con consternación revolver en la papelera.

Ella nunca entendía nada ¿de acuerdo? No tenía esa facultad. Siempre soltaba frases grandilocuentes y conclusiones precipitadas. En este momento podía verla con el ceño bien fruncido ante el esfuerzo de pensar qué manualidades sabía yo hacer con vidrio. Me compadecí de ella.

-No es un regalo. No es material de regalo. Es un arma.

Ahora le dolería todavía más el cerebro, me cogería del brazo e intentaría apartarme del contenedor, y sobretodo de esa absurda idea. Porque ella sabía que aunque aún ignorase los detalles, cualquier idea mía era a la fuerza absurda. Le especificaría que iría a tu casa con el cristal cuando tus padres no estuviesen, que te amenazaría y que tendrías que besarme hasta que te gustase. Ella negaría con su cabecita repetidas veces, y me entrarían ganas de clavarselo sin más. No lo haría, entonces con voz de mujer experimentada, me diría: "Eso no es amor, ¿sabes?, no es amor".

¡Oh! Claro, perdona, lo olvidaba.

Porque para qué explicarle, que quien de verdad sufre, antes que llorar se arranca los ojos, y que quien de verdad ama, antes que desvanecerse, muere.

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