3.06.2006

Y mis manos en tu cintura

Sonoridad de relojes, de cadencias rítmicas y espaciadas. Tic, tac. Tic, tac. Y a cada tic esperaba el tac. Y a cada tac hundía su cabeza en la almohada. Ahora?ahora sí. Ahora sí lo veía. Con su sonrisa ladeada, con sus modales de Cary Grant. Y esa melodía de violines pasados de moda y movimientos de swing.

- ¿Has esperado mucho?

Ella se hacía la dura. ¿Una hora? ¿Quince minutos? ¿Toda la vida?

- Acabo de llegar


Tic, tac. Tic, tac. Sapore di sale, sapore di mare.

Entonces bailaban, como todas las noches. Los violines. Las cadencias. Los besos, los brazos. Los pasos. Las caricias. Los compases. E lasciano in boca il gusto del sale.

Por eso conocía cada paso de memoria. Por eso, sabía que justo en ese momento la pisaría. Conocía con toda exactitud el dolor que le produciría la suela de su zapato sobre sus pies descalzos. Y sabía que después se reirían. Y seguirían las caricias, los mordiscos, el amor pasado de moda. El amor que sólo se veía en las comedias románticas de los años 50 y en las telenovelas.

Y entonces el reloj de nuevo. Las cadencias espaciadas, el desamor del boletín informativo y los desayunos. Lavarse los dientes frente al espejo y esperar que llegue la noche de nuevo. Y los violines. Y los pisotones, sobre todo los pisotones. El dolor.

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