5.22.2006

Caballos en el aire

Afilados. Así son sus dedos cuando habla. Los mueve rápido intentando dibujar sus ideas en el aire, y sus ojos miran nerviosos a su alrededor sin saber en dónde posarse. Nunca en otros ojos, por supuesto. Porque esos otros ojos nunca están donde deben estar. En sus manos. En sus dedos. Y se siente impotente cuando encuentra tantos pares de globos oculares fijos en su cara, porque su genialidad no está ahí. Su genialidad nunca sale de su boca ni de la dirección de su mirada. Su genialidad está siendo rasgada en el aire a cada segundo con sus dedos afilados.

Nadie se fija.

Mueve mucho las manos, dicen, es muy nervioso, pero no ven las figuras que traza y que durante unos instantes quedan suspendidas en el aire.

Él se queja sin decir nada. Soy un incomprendido, piensa mientras sus ojos vuelan por la habitación.

Y sin embargo nunca se da cuenta. Nunca se fija en esa mano con tres pulseras amarillas que, cuando él se va, recoge las figuras con delicadeza.

No hay comentarios: