7.22.2006

Detrás

Sonriendo se asoma a la ventana como cada día. Aún con legañas, en camisón, sus pies descalzos se deslizan por la madera del suelo hasta que siente el aire frío en la cara. Busca fuera.

Lo sabe, pero se le escapan algunos detalles. Sabe que es en alguna de esas otras ventanas que ahora tiene enfrente, pero es incapaz de indicar una. Duda entre tres.

La primera es verde, de madera y vieja, y al otro lado siempre hay una silueta que se mueve nerviosa, pero siempre tiene las cortinas echadas. Un día vio una mano apoyada en el cristal y tuvo ganas de estirar su brazo para tocar las puntas de sus dedos.

La segunda es una ventana pequeña y de aluminio. Es fea, para qué negarlo, y nunca se habría fijado en ella de no ser por la música de piano que siempre sale de allí. Cuando se confunde golpea todas las teclas a la vez, y ella quiere asomarse y gritar que es ahí donde está el arte.

La tercera no la ve si no saca medio cuerpo por la ventana y se voltea de forma muy complicada. Cree que es una ventana redonda, pero nunca la pudo ver bien. Está justo encima. Pero dos veces al mes salen de ella globos que los niños de la calle recogen. Tiene uno en casa, pero no se atreve a llamar al timbre.

Cada mañana coge su café y observa y se ríe. Y cuando alguna de sus tres ventanas se abre, ella escapa y se esconde. Porque todo sería peor si un día fuese capaz de escoger una.

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