4.28.2007

Sum, ergo..

Existir es lo mejor que nos puede pasar, nos dijo justo antes de subirse al tren, sin poder creer que nosotros, precisamente nosotros, no fuéramos capaces de entenderlo. Ahí se rompió todo, él desapareció para siempre y lo fuimos olvidando poco a poco, dejamos de intentar comprender dónde estaba el optimismo en aquella frase que nos había dicho con los ojos brillantes de entusiasmo y que nosotros habíamos tomado como una incitación a la conformidad y al aburrimiento. Envió un par de postales desde lugares cada vez más lejanos en las que preguntaba si ya lo habíamos entendido, y después las únicas noticias que tuvimos provenían de gente que se lo había encontrado por casualidad en los rincones más extraños del mundo.

Creo que la primera en comprender fue la chica pelirroja que nos dijo que lo había visto en Vilna luchando por la independencia de un barrio en el que te pedían pasaporte para entrar. Cada vez que nos hablaban de él, nosotros nos entristecíamos pensando que nunca podría ser feliz, lo imaginábamos perdido en trenes cruzando fronteras de forma enfermiza. Pero la chica pelirroja abrió mucho los ojos y exclamó que no podíamos hablar en serio, y cuando le preguntamos si entonces le había visto feliz se rió, se rió ampliamente y con un poso de desprecio y pena dijo que ahora sabía por qué se había tenido que ir. Unos días después nos encontramos de nuevo con ella en la estación, en la misma estación donde años antes se había roto todo, y accedió a explicárnoslo.

Y realmente parecía tan obvio, tan fácil de comprender, que era difícil no desear volver atrás en el tiempo para poder sonreírle y darle la palmadita en la espalda que habría ayudado a mantener el contacto. ¿Cómo no ser feliz si lo mejor que nos puede pasar es algo constante? Era realmente increíble que nosotros, precisamente nosotros, no hubiésemos sido capaces de entenderlo.

No hay comentarios: