6.01.2006

El amor es una lata

Románticas es palabra de viejas. Como las lentejas. Las dos huelen a remojo. Las dos se vuelven espesas con los días. Y en los tiempos modernos que corren las dos vienen en lata y se compran en los quioscos y en los supermercados, en los cines y en las librerías. El procedimiento a seguir es muy sencillo. Se abre la lata, se calienta, y en cinco minutos tenemos unas magníficas lentejas o un poco de amor, aunque sepa un poco a plástico y los suspiros se nos queden entre los dientes.

Antes, hace mucho, mucho tiempo, cuando las madres ponían las lentejas a remojo, las parejas fabricaban manuales de romanticismo. Se escondían en los parques, se enviaban cartas, y se trataban de usted. En los bailes se miraban y con gestos se citaban para más tarde, lejos de miradas censuradoras. En esos momentos de intimidad, un hombre de gabardina que se parecía un poco a Clark Gable tomaba minuciosas notas.

Nota número 1. La fémina roza el cabello de él con los dedos de la mano derecha y desliza la izquierda por su espalda. El varón se acerca a su boca y la agarra por la cintura. Aumento de la frecuencia cardiaca.

Nota número 2. Varón y hembra soportan las bajas temperaturas de la noche y se mojan los pies en el mar. El varón comienza a salpicar a la hembra, y ésta, olvidando la temperatura polar emite una sonora carcajada. Pérdida de la noción del tiempo y de la situación climática.

A partir de ahí la empresa para la que trabaja el hombre de la gabardina escribe los manuales de amor que luego venderá a productoras y editoriales. Éstas se encargan de enlatar el romanticismo con distintas formas y sabores, con el fin de adecuarlo a los distintos públicos objetivo. El consumidor tan sólo debe elegir el suyo. Los hay sofisticados, de todo a 100, salvajes, conservadores, pasionales, ñoños, amores de suspiros ahogados, de proposiciones indecentes en la oficina, de matrimonios, de infidelidades, imposibles, comunes, extravagantes, de adolescentes?

En su punto de venta más cercano encontrará el romanticismo enlatado que usted elija listo para consumir. Es fácil y sencillo (e indoloro).

Sin embargo, hay quien prefiere aprender a cocinar lentejas y arriesgarse a que se le quemen, se le peguen al fondo o le salgan aguadas. Esos extraños amantes de las cosas viejas afirman que de esta forma siempre saben distintas, y los suspiros no se quedan entre los dientes, sino que pasan de boca a boca y de cuerpo a cuerpo. Pero recientes investigaciones desaconsejan esta práctica por peligrosa y denuncia a los nostálgicos por intentar sabotear las actividades económicas de los fabricantes de amor.

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