6.10.2006

Hambre de tarta

Peor que el calor, son los besos.

En invierno a veces, por probar, se deja abrazar por hombres que la desean con ojos febriles de excitación. Otras veces también intentan atrapar su mano, pero entonces sus dedos huidizos se escabullen. Porque las manos de los chicos sudan y le ofrecen a su piel una palma húmeda, pringosa.

Sus amigas, que enseguida se desabotonan la blusa, le dicen que todo eso es porque no ha amado nunca de verdad.

Ella no es de las que se enfurecen, pero mueve sus rizos de un lado a otro, tan rápido. No, no y no. El amor no es mirar a alguien como si fuera una tarta de chocolate ¿sabéis?. Medita un rato. Además yo me quiero, a mí, me quiero de verdad. Pero eso no evita que mi cuerpo sea repugnante y líquido, que mi catarro sea eterno, que mi mesilla siempre rebose de clínex con mocos. El amor no es compartir eso, no puede serlo. Tiene que ser algo más parecido a nadar en agua fría o comerte un helado. O incluso la aceleración del corazón cuando él pronuncia conceptos tan complejos como "entropía".

Sí, siempre lo supo, y aún cierra los ojos con rabia cuando sus padres se besan. Los odia por reproducir la mentira fundamental. Que el amor es saliva, es calor, es suciedad.

Y si en medio de la noche siente alguna necesidad de agarrar algo entre las piernas, prefiere coger la almohada, que por lo menos no suda.

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