3.24.2008

Eurolines 3

Historia de una chica que coge el autobús sin saber el destino, pienso en algo así, pero mientras, traqueteo en un trayecto cuyo destino conozco perfectamente. No hay demasiado espacio para la sorpresa. Lo más reseñable de aquí ¿qué es? ¿Esta sucia chica de delante con los calcetines rotos al aire?
No esperaba esto, la verdad. Tener que mentir para que parezca que soy capaz de ir más allá de todas mis historias tan tontas. Mis viajes predecibles, mis amantes atractivos, mis reflexiones edulcoradas, mis proyectos minúsculos y aún así nunca realizados. Y la chica de delante que se recuesta y ya apenas puedo respirar.
Tenía esperanzas, esta vez, otra vez. Creía que yendo sola a una ciudad tan literaria las aventuras se sucederían. ¿Qué es lo que falla? Yo siempre estoy abierta a lo emocionante. Camino por la calle con los ojos bien abiertos. Sonrío a los vagabundos. Entro en todos esos sitios que parecen fascinantes y nunca lo son. Apenas puedo respirar y seguro que es el tipo de persona que se tumbará en el suelo, entre los asientos, si no encuentra su postura.
Tengo que llegar a alguna conclusión. Una transformación. No puedo seguir inventándolo todo. No puedo decirles... Cómo se recueste más la mato. Estoy harta de tanto egoísmo y sobretodo, de tanta zafiedad.



Cómo se incomoda. Lo noto en su respiración, cada vez más agitada. Se revuelve. No sabe si decirme algo. Al fin y al cabo me estoy pasando. Invadiendo su espacio. Empuja suavemente el asiento, como si fuera a darme por enterada. No sabe. No sabe que nosotros, los que nos recostamos, los que escupimos en los andenes, los que empujamos al salir del metro, los que mezclamos impunemente materiales en los contenedores para reciclaje, los que recibimos miradas de reprobación pero pocas veces palabras, somos libres. Orgullosas motas de polvo en los ojos de sus historias.

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